lunes, 2 de noviembre de 2009

A UNA MAESTRA

A ti, mi maestra,
¡qué satisfacción me has dado!,
que al cumplir los setenta años
conseguí el Graduado.

Es tu Diploma de Honor,
es la ilusión de mi vida,
haber podido vencer
las faltas de ortografía.

Me exigiste, me explicaste,
yo puse mi voluntad,
porque el deseo de saber
no lo desgasta la edad.

Mira, traigo mis mejores galas,
están mis hijos y nietos,
pues no quiero que en su vida
olviden este momento.

Y es que en el Centro de Adultos
se unen dos sentimientos:
el alumno por aprender
y por enseñar el maestro.

Yo te quiero dar las gracias,
pero unas gracias sinceras,
en mi nombre personal
y en el de mis compañeras.

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